DANIEL : MEMORIAS DE UN CABRERO DE 97 AÑOS.
Daniel de la Calle Vicente nació en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) el 11 de diciembre de 1927. Aunque actualmente vive en la ciudad de Plasencia (Cáceres) donde ha pasado buena parte de su vida, pasó su infancia, adolescencia y juventud en su pueblo natal cuidando de las cabras de sus padres en la finca de El Toril, guardando muchos y gratos recuerdos de aquella vida como cabrero.
Daniel fue el tercero de los 13 hijos del matrimonio formado por Ángel de la Calle Jiménez (1896-1975) y Justina Vicente Burcio (1902-1971). La historia de esta familia se relata en un artículo de este mismo blog que lleva por título LOS SENAGÜILLAS: UNA FAMILIA GANADERA, cuya lectura recomendamos al lector para conocer un poco más sobre esta familia clave para entender la evolución de la ganadería en Guijo de Santa Bárbara.
Los Senagüillas.
Arriba de izda. a dcha.: Martina, Andrés, Marcelina y Daniel.
En el centro sentados Justina y Ángel.
Abajo de izda. a dcha.: Justino, Jesús, Ángel, Felipe y Felisa.
Aunque Ángel y Justina tenían un importante negocio hostelero siendo propietarios de un bar, una sala de café, un salón de baile, una sala de cine y una fábrica de gaseosas, la ganadería y la agricultura constituían unos sólidos pilares para la economía familiar teniendo las cabras una gran relevancia.
Ángel y Justina fueron conocidos y siguen siendo recordados por ser los primeros vaqueros de Guijo de Santa Bárbara que tuvieron vacas suizas o Frisonas siendo tratados como locos por el resto de vaqueros que consideraban que esas vacas nunca se adaptarían al pueblo aunque con el paso del tiempo fueron la principal fuente de ingresos de multitud de familias.
También engordaban cerdos para la matanza, tenían gallinas para abastecerse de huevos y pollos y contaban con numerosas caballerías de labor, entre las que había dos burras cacharreras dedicadas a la producción de leche, para trabajar las tierras en las que cultivaban patatas, cereales, verduras...
Pero durante tres décadas, entre 1920 y 1951, este matrimonio guijeño fue propietario de un hatajo o piara (en castellano rebaño) de cabras de raza del país, semejantes a la actual raza Verata.
Animales rústicos y resistentes, criados fundamentalmente para la producción de leche destinada a la elaboración de quesos y a la producción de carne centrada en el cabrito y en las cabras carniceras procedentes del desecho y desvieje, las cabras se adaptan mejor que ninguna otra especie ganadera a la abrupta orografía y al clima de Guijo de Santa Bárbara.
Aunque resisten el frío y las heladas del mismo que el calor y la sequía, las cabras soportan con mayor dificultad la lluvia constante y las nevadas por lo que necesitan un lugar resguardado, seco y confortable para pasar la noche tras el careo o pastoreo diurno, motivo por el que en Guijo de Santa Bárbara se construían los tradicionales corrales que, además de para pernoctar, servían de refugio a las cabras frente al ataque de los abundantes lobos y también de los zorros, ya que estos últimos atacaban durante la paridera de las cabras a los cabritos.
En su finca situada en el paraje de El Toril, Ángel y Justina eran propietarios de un magnífico corral en el que las aproximadamente 70 cabras adultas que componían el hatajo más los machos y el recrío correspondiente, podían pasar la noche a cubierto si llovía o nevaba o bien en el majal contiguo si hacía buen tiempo.
Ángel había heredado de su padre Andrés de la Calle García de Aguilar una parte de la finca de El Toril mientras que sus hermanos Nicolasa y Alonso, otras parcelas, cada una de los cuales contaba con un buen corral para albergar el ganado, en este caso vacas negras, que poseían estos hermanos de Ángel.
Corral (derecha) y finca de El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El edificio del corral de El Toril, que se conserva en perfecto estado actualmente y que es propiedad de Felipe de la Calle Vicente, hermano de Daniel, presentaba tradicionalmente la siguiente estructura.
Se trataba de un edificio rectangular de dos plantas con gruesos muros de piedra seca. La planta inferior tenían tres sólidos muros hacia el norte, sur y este mientras que el muro oeste presentaba una serie de amplias aperturas o bujeros que permitían la libertad de movimientos al ganado para acceder al majal que ocupaba toda la fachada norte del edificio y desde el cual a través de una amplia puerta de dos hojas, el ganado salía directamente al campo mientras que otra puerta daba acceso a la finca.
Posteriormente, una mitad del majal fue techada para dar mayor capacidad al corral.
La planta superior o desván, tenía suelo de madera, que constituía el techo de la planta inferior y tejado de entramado de madera y tejas a dos vertientes contando también con tres muros laterales y cerrándose el muro oeste con pilares de madera y tablas para permitir la ventilación.
Delante del majal se alzaba la casilla, pequeña dependencia utilizada como almacén y dormitorio o vivienda temporal.
Vista de El Corral de El Toril donde se aprecian todos los detalles descritos.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La finca estaba compuesta inicialmente por una extensa pradera de regadío que era segada cada verano para obtener heno que era almacenado en el desván para complementar la alimentación de las cabras en el invierno, algo poco habitual ya que la mayoría de los cabreros guijeños carecían de prados.
La parte superior de la finca estaba formada por bancales, terrazas o naves, que se destinaban al cultivo de patatas, centeno e incluso maíz destinando las primeras a la alimentación familiar y los segundos a la alimentación de las cabras algo aún más raro que la suplementación con heno y que sólo hacía en Guijo de Santa Bárbara Ángel de la Calle Jiménez.
Naves de El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Inicialmente, Ángel se ocupaba del cuidado de las cabras aunque siempre tenía algún criado o algún cabrero. En el primer caso, se trataba de niños o jóvenes de familias pobres que trabajaban a cambio de comida, alojamiento, ropa y calzado mientras que en el segundo caso eran trabajadores debidamente contratados o ajustados. Así, Ángel subía y ayudaba al cabrero con tareas como el ordeño para luego echar la leche en cántaros y bajarla al pueblo a cuestas en alforjas si era poca cantidad o cargada en las aguaderas sobre el aparejo de las caballerías cuando era una cantidad considerable.
Cabrero ordeñando.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Con el paso de los años, Ángel comenzó a delegar las tareas relacionadas con las cabras en sus hijos mayores Martina, Daniel y Marcelina, aunque sería Daniel quien desde los 7 u 8 años se encargaría de ir la mayor parte de los días hasta El Toril para recoger la leche y bajarla hasta el pueblo. El mismo nos dice que "tardaba una hora en subir desde el pueblo y otra en bajar".
Si el cabrero dormía en la casilla, Daniel tenía que llevarle también la comida.
Camino de El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Daniel aprovechaba sus subidas hasta El Toril para cazar lagartos en las naves, los prados y en los alrededores de la finca. Esta actividad no era un pasatiempo sino que la familia dependía de ella en gran medida para poder alimentarse de carne fresca sin necesidad de gastar dinero. Daniel amaestró cuidadosamente una perra para cazar estos escurridizos reptiles cuya carne blanca y tierna era un exquisito manjar, consumiéndose en el cocido. Nos cuenta que "enseñé a la perra a cazar lagartos. Una vez cacé 18 lagartos en un día. Había muchísimos".
Lagarto ocelado.
(c) Miguel Alba Vegas.
En 1946, Ángel cumplió 50 años y dijo a su mujer y a sus hijos:
"Se acabaron las cabras. El primero que se case, se queda las cabras y El Toril."
Aún así, Ángel tendría que esperar varios años para poder vender las cabras por lo que Daniel tuvo que seguir haciéndose cargo de las cabras ayudando al cabrero que hubiese contratado. Se acuerda bien del último cabrero "Se llamaba Eusemio y era de Cuacos. Estaba en casa como uno más. Iba con las cabras todos los días pero había que estar pendiente de él porque el pobre no daba mucho de sí".
Piara de cabras.
(c) Juan Antonio Rodríguez Vidal.
En 1951 tuvo lugar una de las mayores nevadas o nevazos que se recuerdan en Guijo de Santa Bárbara y Ángel dijo que no aguantaría ni un invierno más con las cabras. Sin embargo, precisamente de este último año con las cabras guarda Daniel en su memoria la anécdota más graciosa. Acababa de llegar al pueblo un nuevo cura llamado Don Ascensio Gorostidi Altuna y Daniel le invitó un día a visitar la finca de El Toril, el corral y las cabras. Comieron en la casilla y Daniel llevó para la ocasión una buena bota de vino que el bueno de Don Ascensio se bebió casi entera lo que hizo que por la tarde llegase totalmente borracho al pueblo.
Durante la Misa, la gente se sorprendió y comenzó a murmurar que dónde habría estado el cura. Al intentar subirse al púlpito, no fue capaz y cuando le preguntaron que si estaba bien dijo: "Sí sí. Si es que he ido con Daniel al Toril y me ha dado mucho vino."
Don Ascensio Gorostidi Altuna.
(c) Archivo El Cuaderno de Silvestre.
A finales del otoño de 1951 Ángel vendió definitivamente las cabras ya que su hija Marcelina, que iba a casarse en marzo de 1952 siendo la primera en contraer matrimonio, dijo que se quedaría encantada con las cabras pero que como su futuro marido Juan García García tenía borregas (ovejas), no podía quedárselas ya que en zonas montañosas mezclar cabras y ovejas no puede hacerse por presentar costumbres muy diferentes durante el careo.
Ángel dejó únicamente 12 chivarras para matarlas con motivo de la boda de su hija, las cuales fueron cuidadas durante todo el invierno por Felipe.
Marcelina de la Calle Vicente.
(c) Familia de la Calle.
Aunque las cabras desaparecieron de El Toril, Daniel no dejó de trabajar allí pues durante muchos meses, él y su cuñado Juan rozaron gran parte de la finca para transformar lo que antes era prado en tierras de cultivo. Para ello fue necesario cavar la tierra y construir los muros de contención de los bancales, terrazas o naves, una auténtica obra de ingeniería que Daniel y su cuñado, que eran grandes amigos desde niños, llevaron a cabo con gran diligencia.
Juan García García.
(c) Familia de la Calle.
El tiempo pasó y Daniel marchó a Plasencia (Cáceres) con su esposa Plácida Vaquero donde regentó un prestigioso negocio hostelero, el bar La Esencia de la Viña.
Sin lugar a dudas, el bar regentado por Daniel y su esposa Plácida, fue uno de los más reconocidos de Plasencia por la gran amabilidad y buen servicio de sus propietarios. Para todos los guijeños era el lugar de referencia cuando iban a la gran ciudad de Plasencia.
Este bar, sobre el que se podría escribir un libro y del que sin lugar a dudas hablaremos largo y tendido en EL CUADERNO DE SILVESTRE en otra ocasión, permitió a Daniel a su esposa Plácida sacar adelante a sus cinco hijos: Fernando, Ángel, Toñi, Daniel y Felipe.
Daniel con sus hijos Daniel, Fernando, Felipe y Toñi.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Durante muchos años, Daniel no fue a El Toril. Al morir sus padres, la finca fue heredada por su hermano Felipe pero como no se podía llegar en coche, era complicado ir hasta allí y más aún teniendo en cuenta que cuando Daniel y su familia visitaban Guijo, lo hacían brevemente para ver a sus hermanos y sobrinos y había poco tiempo para más.
Sin embargo, desde que hace unos años se hizo un carril que permite llegar hasta allí en coche, Daniel ha dicho en varias ocasiones que quería subir y por fin hace unas semanas, cuando visitó el pueblo acompañado de su hija Toñi para ver a sus hermanos y sobrinos, pudo subir hasta El Toril.
Daniel y su hija Toñi en El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Subió Daniel acompañado por sus hermanos Felipe, actual propietario de El Toril, Ángel y Agapito. Ya era bastante tarde ese día, por lo que Daniel no pudo visitar con tranquilidad ni la finca ni el corral, que contempló desde la distancia.
Felipe, Ángel, Daniel y Agapito.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero días más tarde, el 13 de octubre de 2025, volvió a su pueblo natal y esta vez lo hizo acompañado de gran parte de su familia para visitar El Toril. Con él fueron cuatro de sus hijos, su yerno, sus nueras, sus hermanos y cuñadas y algunos sobrinos.
Daniel con la familia en El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Primero entró Daniel en la casilla para explicar a sus hijos cómo era su vida allí:
"Aquí hacíamos la lumbre, aquí comíamos, aquí dormíamos..."
La casilla conserva su estructura original con la lumbrera para impedir que las chispas de la lumbre salten al techo de madera. La única modificación realizada por Felipe y sus hijos fue el revoque de las paredes para evitar la entrada de frío y hacer más confortable el habitáculo que ahora se utiliza únicamente como refugio temporal.
Detalle de la lumbrera de la casilla.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Después entró al majal y al corral donde no pudo evitar emocionarse y que se le cayesen algunas lágrimas recordando sus años de cabrero y trabajando en El Toril. Pocos cambios se han realizado a lo largo de los años, salvo la constricción de una fila de pesebres adicionales en la parte del antiguo majal que, como se dijo antes, fue techada hace años para dar mayor capacidad al corral ya que Felipe fue durante muchos años un importante vaquero trasterminante.
Muchas horas pasó Daniel aquí ayudando al cabrero o al criado a ordeñar a las cabras por la mañana o por la mañana y por la tarde según la época del año, ahijando a los cabritos durante la paridera...
Daniel y su hija Toñi en el interior del corral.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Paseó después por las naves plantadas de castaños ya que, tras la jubilación de Felipe hace más de 20 años y la venta de sus vacas, sus hijos decidieron destinar la finca al cultivo de castaños para así mantenerla limpia y productiva aunque ya no se dedicase al fin original, si bien temporalmente vacas y caballos del joven ganadero guijeño Carlos Jiménez Hidalgo, pastan en los prados y se refugian en el viejo corral.
Toñi, Daniel y Ángel.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sentado en las paredes de esas naves en las que tanto trabajó y junto al corral de las cabras, Daniel recordó sus vivencias de cabrero, las cacerías de lagartos, la historia del cura, la construcción de las naves...
A sus 97 años y a punto de cumplir los 98, su memoria ya no es la que era pero los recuerdos de sus años de cabrero, no le abandonan. Todos los días menciona El Toril, pues en su memoria se quedó grabada esta finca en la que como él dice "yo aquí era muy feliz".
Daniel en El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Después de visitar El Toril, el día no podía terminar de otra manera que con una reunión familiar de gran parte de LOS SENAGÜILLAS en el Bar Nakoba de Guijo de Santa Bárbara, que no es ni más ni menos que la evolución del prestigioso negocio hostelero de Ángel y Justina y que es regentado por Ángel Pascual de la Calle Leal, hijo de Justino el hermano de Daniel.
NOTA FINAL DEL AUTOR.
Para mí es muy especial escribir este artículo ya que mi abuelo Antonio Leandro de la Calle Jiménez, primo hermano de Daniel, fue propietario de un corral y una finca en El Toril en la que mi padre Alonso de la Calle Hidalgo pasó su infancia y juventud por lo que podría contar miles de anécdotas sobre estos territorios, pero sobre todo es especial porque soy sobrino de Daniel, que era hermano de mi abuela Marcelina.
De izda. a dcha:
José Antonio de la Calle Santos, Emilio de la Calle Calle, Silvestre de la Calle García, Vicenta García de la Calle y Ángel de la Calle Calle con tío Daniel en El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Poder visitar El Toril con mi tío Daniel, con quien he tenido siempre una gran relación, ha sido realmente indescriptible. Ver su cara de felicidad y su alegría ha sido algo verdaderamente especial.
Mi tío, gran aficionado al fútbol y a la lotería, siempre ha dicho que algún día nos hará ricos cuando acierte los quince resultados de la quiniela y cuando le toque la lotería. Sin embargo, ya nos ha hecho ricos a todos con algo más sencillo y valioso:
SUS VIVENCIAS
A mi tío Daniel de la Calle Vicente, dedico este artículo con gran cariño.
Con mi tío Daniel en el corral de El Toril.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).

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Bonito artículo 👏👏👏👏👏
ResponderEliminarMuchísimas gracias
EliminarInteresante historia, me ga emocionado ver como se cuidaban a las 🐐
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
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