LA CABRA EN LA SIERRA DE GREDOS
La cabra es una especie ganadera propia de regiones montañosas o excesivamente secas e inhóspitas en la que otros animales no pueden sobrevivir o donde se no pueden aprovechar los recursos naturales de forma tan eficiente, necesitando mayores cuidados.
Esto es lo que ocurre en la Sierra de Gredos, donde la cabra ha sido desde tiempo inmemorial la reina y señora de la ganadería de la zona.
Cabras en la Sierra de Gredos.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La Sierra de Gredos comienza en el Cerro de Guisando al Este y termina en el Puerto de Tornavacas al Oeste que la separa de la Sierra de Béjar, si bien algunos geógrafos y expertos teniendo en cuenta las grandes similitudes geográficas, geológicas, botánicas, zoológicas, culturales e incluso ganaderas, consideran que la Sierra de Béjar es un macizo más de la Sierra de Gredos la cual, a su vez, forma parte del actual Sistema Central o antigua Cordillera Carpetovetónica.
Ocupa esta Sierra todo el sur de la provincia de Ávila y el noreste de la provincia de Cáceres, incluyendo un sector del suroeste de Salamanca si aceptamos que la Sierra de Béjar es un macizo más de la misma.
Sea como fuere, la máxima altitud de estas montañas se encuentra en el pico Almanzor, que con sus 2592 metros de altitud, domina estos agrestes parajes.
La Sierra de Gredos cuenta con dos vertientes muy diferentes.
La vertiente norte presenta un relieve más suave en los valles altos de los ríos Alberche y Tormes.
En las zonas altas, ciertamente, encontramos grandes áreas rocosas que sirven de hábitat a la cabra montés, especie mítica de estas montañas y con la que la que las cabras doméstica.
Durante la época veraniega, grandes rebaños de ovejas en el pasado y de vacas y yeguas actualmente, comparten pastoreo con las cabras en estos terrenos, si bien hoy las cabras escasean cada vez más.
Machos monteses en el Prao de las Pozas.
Navacepeda de Tormes (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Más abajo, se extiende una zona con un rico mosaico de pastizales, piornales, bosques de pinos, robles, encinas y vegetación de ribera en las zonas más bajas de los cursos de agua.
Durante buena parte del año, rebaños de cabras se alimentaban y alimentan aún hoy.
Rebaños de ovejas, cada vez menos frecuentes, y de vacas y yeguas comparten pastos en esta zona con las cabras durante buena parte del año.
Cabras pastando en Navacepeda de Tormes (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.
Ya en los alrededores de los pueblos y las zonas más bajas de los valles fluviales, donde se combinan los terrenos de pasto municipales o comunales con los prados particulares y las tierras de cultivo, es donde más cabras podemos ver actualmente.
Óscar con sus cabras.
El Barco de Ávila (Ávila)
(c) Óscar Martín.
Aunque siempre ha habido cabras en esta vertiente de la Sierra y para muchas familias fueron el principal medio de vida, la ganadería vacuna tuvo siempre una mayor importancia pues debemos tener presente que se trata de la cuna y centro del área de cría de la raza bovina Avileña-Negra Ibérica.
En la vertiente sur, que abarca los valles de los ríos Tiétar y Jerte, el relieve es mucho más abrupto.
Las zonas altas están ocupadas por grandes roquedos y más abajo se extienden áreas de pastizal pero con grandes pendientes, que las hacen poco aptas para el pastoreo de ovejas y vacas, aunque ambas especies comparten hábitat con la cabra pero en menor medida que en la vertiente norte salvo en algunas zonas más "descansadas".
Cabras en la sierra.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
José Antonio Castañares Iglesias con su piara de cabras.
Jarandilla de la Vera (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Más abajo aún, encontramos extensas dehesas de encinas, alcornoques, robles y quejigos en las que junto a vacas y ovejas, las cabras pastan durante todo el año o durante los meses invernales para ascender en verano a la sierra como luego veremos.
Cabras Veratas en la dehesa.
Robledillo de la Vera (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.
Analizado ya el terreno y las diferencias entre la vertiente norte y la sur, veamos las razas caprinas autóctonas de la Sierra de Gredos.
En la zona más oriental de la Sierra, comprendida entre el Cerro de Guisando al Este y el Puerto del Pico al Oeste, habita la CABRA DEL GUADARRAMA.
Se trata de una cabra de tamaño medio a grande, perfil cefálico recto o ligeramente cóncavo, cuernos en forma de arco (tipo aegagrus), pelo largo de tonalidades variables entre el negro y el cárdeno con degradaciones blancas (vegata) o doradas (jardasca) en el morro, la cara, las orejas y las extremidades, presentando una aptitud mixta aunque con grandes cualidades lecheras.
Hoy en día es difícil encontrar rebaños puros en la zona al haberse visto intensamente influenciados por otras razas.
Cabras del Guadarrama.
(c) Jonatan Rodríguez Seara.
Se trata de una cabra, inexplicablemente no reconocida oficialmente como raza autóctona, de tamaño medio a grande, perfil cefálico recto, cuernos variables que pueden presentar tanto forma de arco (tipo aegagrus) y espirílea (tipo prisca/falconeri) en hembras y tipo prisca/falconeri en los machos, pelo de longitud variable sin llegar a ser tan largo como en la raza del Guadarrama y coloración variable con predominio de la roja con degradaciones blancas en hocico y orejas (oriscano), presentando una buena aptitud mixta aunque con mejores cualidades carniceras.
Extendida antaño por ambas vertientes de la Sierra, hoy quedan muy pocos rebaños aunque hay un proyecto en marcha para reconocerla oficialmente como raza con el nombre de raza Guisandesa.
Cabra Guisandera.
Guisando (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Finalmente, quedarían algunas cabras que no pueden englobarse dentro de las razas citadas y que tradicionalmente eran conocidas como cabras del país por ser las criadas desde siempre en la zona o también como cabras serranas.
Algunas de ellas bien podrían incluirse dentro de la raza conocida como AGRUPACIÓN DE LAS MESETAS, caprino de tamaño medio, perfil cefálico recto o ligeramente subcóncavo, cuernos variables entre el tipo agegrus y prisca-falconeri, pelo de longitud variable y coloraciones igualmente muy variables con predominio de las rubias y castañas con diversas degradaciones, presentando una aptitud mixta carne-leche.
Establecer el área de dispersión de estas cabras es mucho más complicado que en los casos anteriores ya que muchas de las cabras que conforman los rebaños que habitan en los alrededores de la Sierra pueden considerarse como cabras serranas, aunque fuertemente influenciadas por otras razas.
Cabras Serranas.
(c) Alexis Hernández Llorente.
La presencia de cabras domésticas en la Sierra de Gredos, al igual que en el resto de montañas ibéricas, debe de ser muy antigua es muy antigua.
Los primeros pobladores fueron grupos nómadas de cazadores-recolectores que vivirían en las zonas medias e incluso altas de la Sierra durante el verano persiguiendo a su presa principal: la cabra montés.
Macho de cabra montés.
(c) Silvestre de la Calle García.
Las cabras domésticas, que tienen su origen en la Capra aegragrus que habita en estado salvaje en las montañas asiáticas, fueron domesticadas hace alrededor de 10.000 años y llegaron a la península Ibérica hacia el V Milenio antes de Cristo acompañando a las oleadas de pueblos indoeuropeos.
Posiblemente el poblado más antiguo de la Sierra de Gredos sea el del Prao de la Carrera, situado a unos 1.200 metros de altitud y datado en la Edad del Cobre (3000-1200 a.C.), en Candeleda (Ávila).
Prao de La Carrera.
Candeleda (Ávila)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Un poco más abajo del poblado anterior, se encuentra el castro del Collado del Freíllo o de El Raso, habitado por los vetones, pueblo guerrero y ganadero que pobló gran parte de la Sierra de Gredos hasta la conquista de Gredos.
Teniendo en cuenta que a día de hoy el único aprovechamiento posible de estas montañas es la ganadería caprina junto con la actividad cinegética, está totalmente claro que aquellos primeros pobladores fueron cabreros.
Tras los vetones, la Sierra de Gredos fue conquistada por los romanos y posteriormente la habitaron visigodos y musulmanes hasta que finalmente fue reconquistada por los cristianos.
Durante siglos, fue una "tierra de nadie" aunque estuvo siempre habitada por pequeñas colectividades pastoriles para quienes la cabra fue el principal medio de vida complementado con la agricultura cerealista.
Buena prueba de esta constante presencia de los cabreros en la Sierra de Gredos es la devoción a Nuestra Señora de Chilla en Candeleda (Ávila) claro ejemplo de cristianización del culto a la diosa Ataecina de los vettones.
Desde finales de la Edad Media, los testimonios escritos relacionados con la explotación del ganado caprino en la Sierra de Gredos van a ser constantes tanto en las Ordenanzas Concejiles como posteriormente en los Interrogatorios, poniendo de manifiesto la importancia de este ganado desde entonces y hasta la época actual, alcanzando su máximo esplendor en los años 30 y 40 del pasado siglo.
El sistema de explotación tradicional en ambas vertientes de la Sierra de Gredos fue siempre el extensivo trashumante, trasterminante (trashumancia corta) o estante en las zonas más bajas pudiendo dividirse los rebaños, o piaras como se denominan en Gredos, en tres grandes tipos:
- Pequeños grupos de 1-3 cabras.
Era frecuente que los labradores, vaqueros, gente dedicada a oficios ajenos al sector primario, gente humilde, ancianos...tuviesen un reducido número de cabras para abastecerse de leche fresca.
Todos los "cabreros" de este tipo, agrupaban su ganado en piaras comunales que eran pastoreadas por turno en función del número de cabras que cada uno tuviese o bien contratando un pastor asalariado. Al amanecer, las cabras, que solían alojarse en la propia vivienda o en un edificio contiguo, salían al campo y al anochecer regresaban al pueblo.
Estas cabras recibían curiosos nombres como cabras caseras (Guijo de Santa Bárbara), cabras burniegas (Guisando)...
- Pequeños hatajos de hasta 25 cabras.
Se trataba de pequeñas piaras cuidadas por sus propietarios o por un sistema de turnos similar al descrito anteriormente. Era especialmente común en la vertiente norte, donde en invierno las cabras pastaban en los alrededores de los pueblos, siendo estabuladas en los días de nevadas y alimentadas con heno o barda (ramas de árboles) almacenados en el verano.
Felicitación Marina Jiménez con sus cabras.
Navacepeda de Tormes (Cáceres)
(c) Silvestre de la Calle García.
Aunque había algunas en la vertiente norte, eran más abundantes en la vertiente sur de la Sierra.
En todo caso, realizaban desplazamientos temporales que podían ir desde simples desplazamientos altitudinales realizados en una única jornada a desplazamientos trasterminantes y trashumantes de varias jornadas entre las dehesas de Cáceres y Toledo a los pastizales serranos de Cáceres y Ávila.
Toda la familia se desplazaba con el ganado pero era frecuente la contratación de pastores asalariados conocidos popularmente como criados que cobraban su sueldo correspondiente en el que se incluían también la manutención y la escusa.
La mayoría de estas piaras de cabras, pastaban en las zonas más bajas de la Sierra, especialmente en la vertiente sur donde el terreno permanecía libre de nieve y el pasto era abundante.
Era frecuente que las cabras pastasen en las dehesas del sur de Ávila, el noroeste de Toledo y el noreste de Cáceres.
Cabras Guisanderas en la dehesa.
(c) Fede Jiménez.
Muchas piaras permanecían gran parte del año en las zonas bajas pero otras ascendían a la zona media de la sierra llegada la primavera, especialmente en aquellas zonas donde había bosques de roble, aprovechando los pastos que crecían gracias a las lluvias y el templado clima primaveral y a los rebrotes o perigalllos de las matas de roble así como de otros arbustos.
Cabras en un corral tradicional en primavera.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Llegado el verano, tanto las cabras que pastaban en las dehesas como las que lo hacían en los zonas medias, eran trasladadas a la Sierra tanto en la vertiente Sur como en la Norte, cruzando para ello los puertos y portillas de la Sierra siendo los más utilizados el Puerto del Pico y el Puerto de Candeleda que ya en la Edad Media eran utilizados por las cabras de la Sierra de Gredos y por los rebaños ovinos trashumantes de largo recorrido.
Cabras Guisanderas camino de la sierra.
Guisando (Ávila)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La subida de las cabras a la sierra, implicaba el traslado del cabrero y toda la familia y demás animales domésticos que poseían, desde gallinas y gatos a cerdos y burros.
El objetivo de este desplazamiento era que las cabras pudiesen aprovechar de manera más eficiente los pastos que crecían tras el deshielo. Como estos pastizales se encontraban a gran distancia de las poblaciones, para facilitar el manejo se trasladaba toda la familia del cabrero como hemos dicho y permanecían junto a las cabras durante todo el verano.
Cabras en la sierra.
Tornavacas (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Las familias se alojaban en chozas o chozos, antiquísimas, sencillas pero efectivas construcciones con muro circular de piedra seca y techumbre cónica formada por un armazón de palos cubiertos de escoba o piorno.
Junto a las chozas se encontraban los cercados o majales en los que dormían las cabras durante la noche.
Cabras junto al majal y al fondo el chozo.
Tornavacas (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los cabreros elaboraban de manera artesanal el queso con la leche de las cabras, conservándolo fresco en las queseras que podían ser chozas de pequeño tamaño situadas junto a un arroyo o fuente o bien una cueva natural junto a un curso de agua, bajando una vez a la semana al pueblo más próximo para venderlo y aprovechar el viaje de vuelta para subirse comestibles y todo lo que necesitasen en la sierra.
Tío Paulino elaborando artesanalmente el queso de cabra en la sierra.
Tornavacas (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Cuando el tiempo empezaba a emporar a finales del verano o ya entrado el otoño, los cabreros se trasladaban nuevamente a zonas medias o bajas de la Sierra donde solían disponer de majadas cubiertas para mantener al ganado a salvo de la lluvia.
Las primeras majadas fueron de materia vegetal siendo conocidas como berengones, berengas, chozones, corrales de barda...
Cabrero con las cabras en la berenga.
La Braguilla, Candeleda (Ávila).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Posteriormente, la cubierta vegetal de estas majadas se sustituyó por cubierta de madera y teja, pasando a conocerse como corrales, casillas...
A menudo, junto a los berengones o majadas de teja, se construían chozos y casillas que servían de vivienda a los cabreros si estaban lejos del pueblo.
Estas majadas podían servir para que las cabras durmiesen en primavera y otoño pero muchas permanecían habitadas en invierno e incluso todo el año.
Cabras en un corral en otoño.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Ya en las zonas bajas, tenía lugar la paridera de las cabras. Si bien en épocas antiguas las cabras parían a finales del invierno, gracias a la mejora de la explotación y a la selección, los cabreros consiguieron trasladar esta época al otoño para que así los cabritos pudieran ser vendidos en fechas próximas a la Navidad por alcanzar mayor valor.
Cabra Verata con cabritos recién nacidos.
Robledillo de la Vera (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En el pasado, la mayor parte de las familias de la Sierra de Gredos tenían cabras desde aquellas que tenían sólo 1 ó 2 ejemplares para abastecerse de leche hasta aquellas que se dedicaban de manera principal y a menudo exclusiva a la ganadería caprina constituyendo las cabras su medio de vida, algo muy común en pueblos del Valle del Tiétar abulense como Guisando, Candeleda o El Raso (anejo del anterior) y en pueblos extremeños como Madrigal de la Vera, Villanueva de la Vera, Valverde de la Vera, Losar de la Vera, Guijo de Santa Bárbara, Tornavacas...
La vida de los cabreros antiguos era sumamente dura y poco a poco fue cambiando aunque hasta el siglo XXI algunos llevaron una vida semejante a la de los cabreros de siglos o milenios atrás, siendo sin lugar a dudas el mejor ejemplo el caso de PAULINO GARGANTILLA SERRANO (1929-2014) de la localidad cacereña de Jerte y cuyas cabras pastaban la mayor parte del año en la Sierra de Tornavacas, siendo considerado por muchos como EL ÚLTIMO CABRERO DE LA SIERRA DE GREDOS por llevar esa vida tan tradicional.
Actualmente, el número de piaras de cabras ha descendido muchísimo, despareciendo prácticamente en la vertiente norte de la Sierra donde sólo quedan pequeños rebaños salvo contadas excepciones, manteniéndose de forma extensiva o semiextensiva en las cercanías de los pueblos.
Óscar Martín con sus cabras.
El Barco de Ávila (Ávila).
(c) Miguel Alba Vegas.
En la vertiente sur, quedan bastante explotaciones de ganado caprino si bien no tantas como en épocas pasadas.
De las decenas de miles de cabras que poblaban la vertiente sur de la Sierra de Gredos, quedan algunos rebaños de cierta importancia en Guisando, Candeleda y El Raso, Losar de la Vera, Guijo de Santa Bárbara, Jarandilla de la Vera, Jerte... entre otras localidades.
Muchas piaras son manejadas de forma extensiva o semiextensiva pero la trashumancia o trasterminancia como tal, prácticamente ha desaparecido siendo varias las explotaciones que han optado por sustituir las razas autóctonas de la zona por otras más productivas como la Malagueña, la Murciana-Granadina, la Florida o la Alpina.
Las principales producciones de las cabras de la Sierra de Gredos fueron siempre la leche y la carne y lo siguen siendo a día de hoy.
La producción de leche, que es la principal de la especie caprina a nivel nacional y mundial, adquiere gran importancia en la Sierra de Gredos.
El ordeño se realizaba tradicionalmente de manera manual y aún hoy se sigue practicando en las explotaciones de menor dimensión o en aquellas localizadas en zonas de difícil acceso, aunque el ordeño mecánico se va imponiendo.
José Antonio Castañares Iglesias ordeñando a mano.
Jarandilla de la Vera (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La leche, que tradicionalmente se destinaba al consumo directo y a la elaboración de queso en la propia explotación, actualmente es entregada a la industria para su transformación en quesos de gran calidad que, aunque no tienen Denominación de Origen Protegida, son muy demandados en el mercado existiendo en la Sierra de Gredos varias queserías de gran fama.
La producción de carne se centra en el cabrito lechal, criado exclusivamente con leche materna y sacrificado con 30-45 días y un peso vivo de 9-14 kilogramos.
Su carne, de color rosado claro, bajo porcentaje de grasa y extraordinario sabor, es muy demandada por los consumidores y restaurantes de la zona, siendo la caldereta de cabrito y el cabrito asado al horno de leña platos estrella de la gastronomía de la zona.
Cabrito mamando.
Jarandilla de la Vera (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La carne de cabra, procedente principalmente de hembras de desecho y desvieja, es cada vez menos apreciada aunque en épocas pasadas fue la carne fresca más consumida, especialmente en la vertiente sur de la Sierra de Gredos donde era ingrediente básico del cocido.
También era muy apreciada para la elaboración de embutidos como la curiosa morcilla de verano típica de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) o para la elaboración de tasajos y salón, carne adoba o salada y secada.
La producción de estiércol sigue teniendo una gran importancia pese al abandono de buena parte de las tierras de cultivo. No obstante, tanto el estiércol como el poliso, nombre dado al estiércol seco y reducido a polvo, son muy buscados por los agricultores que no tienen ganado para los cultivos hortofrutícolas, árboles frutales, olivos, pimiento, tabaco...
Cabras descansando.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
La piel era un artículo sumamente estimado en el pasado, utilizándose la de cabritos y cabras tras un complejo proceso de preparación para fabricar los parches o tapas de instrumentos musicales tradicionales como los rabeles y tamboriles, mientras que la piel de los machos más grandes era utilizada para elaborar pellejos o zaques utilizados para almacenar y transportar líquidos como vino y aceite.
Jesús Santos García con un tamboril de piel de cabra.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres)
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Los cabreros, cuyo oficio es ya de por sí duro, tienen que enfrentarse cada día a más problemas como los bajos precios de la leche y los cabritos, la subida constante de los costes de producción, las abusivas campañas sanitarias y trámites burocráticos, el aumento de la presencia de lobos en la zona...lo que hace que la vida de los cabreros sea muy dura y poco atrayente para las nuevas generaciones.
Muchas explotaciones se encuentran dirigidas por cabreros próximos a la jubilación e incluso jubilados hace décadas, que mantienen las cabras para que no se pierda el oficio. Ese es el caso de JUANA GONZÁLEZ JIMÉNEZ natural de la localidad abulense de Navalosa y que a sus 92 años es posiblemente la cabrera en activo más mayor de toda la Sierra de Gredos.
Hay excepciones como el caso de Alejandro Torralvo Gutiérrez, joven cabrero de 26 años de edad de la localidad cacereña de Guijo de Santa Bárbara, que es propietario de una piara de alrededor de 300 cabras de raza Verata a las que ordeña de manera mecánica y a las que tiene colocados collares gps para controlarlas en todo momento, combinando la tecnología actual con los conocimientos transmitidos oralmente por su abuelo Primitivo Torralvo García (1927-2020).
A MODO DE EPÍLOGO.
La cabra en la Sierra de Gredos ha tenido una gran importancia que ha trascendido más allá del plano meramente económico pues forma parte de la historia, la tradición y la cultura de estas montañas.
Los habitantes de la Sierra de Gredos se sienten muy orgullosos de su pasado cabrero y todos los años, en la localidad de Madrigal de la Vera (Cáceres), se realiza el ENCUENTRO DE CABREROS DE LA SIERRA DE GREDOS en el que se reúnen los cabreros y las personas vinculadas con este sector de diversos pueblos de la vertiente sur de Gredos si bien este encuentro debería hacerse extensivo a los cabreros de toda la Sierra.
Servando García Jara y Alejandro Torralvo Gutiérrez.
El cabrero más mayor y el cabrero más joven de Gredos Sur.
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Que nunca dejen de resonar en la sierra los campanillos de las cabras, los silbidos de los cabreros y el ladrido de los perros, que en las majadas sigan berreando los cabritos y resuene la leche en los cubos de lata (o resuene ya el motor de la ordeñadora) y que en los restaurantes y mesas de la zona no falten los productos obtenidos de la cabra.
DEDICADO A TODOS LOS CABREROS DE LA SIERRA DE GREDOS: A LOS DE AYER, A LOS DE HOY Y A LOS DE MAÑANA.
(c) Fdo: Silvestre de la Calle García.
Precioso artículo👏👏
ResponderEliminarMe gustaba más el otro formato de lectura
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