¿GANADERÍA EXTENSIVA SIN TIERRA?
Entendemos por ganadería extensiva al sistema de explotación según el cual el ganado permanece la mayor parte del año al aire libre aprovechando los recursos naturales para lo cual es necesario disponer de suficiente tierra, propia o alquilada, para no tener que complementar con piensos y forrajes la alimentación del ganado de manera continua. Sin embargo, en épocas pasadas y aún hoy aunque, lamentablemente, en menor media, la ganadería extensiva puede llevarse a cabo sin necesidad de poseer tierras o alquilarlas.
¿Cómo es esto posible? Lo explicaremos en este artículo.
Durante siglos, podríamos decir que milenios, ha existido lo que conocemos como pastoreo comunal, consiste en el aprovechamiento de los pastos y otros recursos naturales de terrenos de propiedad comunal. Hasta mediados del siglo XIX existían los denominados bienes comunales que podían ser aprovechados gratuitamente por todos los vecinos de un municipio y los llamados bienes de Propios que, aunque pertenecientes al pueblo, eran aprovechados pagando una pequeña cantidad..
Con la Desamortización de Madoz, estos terrenos pasaron a ser propiedad del Estado, siendo muchos de ellos adquiridos por los Ayuntamientos, garantizando así el aprovechamiento de los mismos de manera gratuita o previo pago aunque con claro predominio de la primera fórmula especialmente en los pueblos más humildes.
Cabras en la Dehesa Sierra de Jaranda, creada tras las Desamortizaciones.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Pero lo que nos interesa es el aprovechamiento comunal de los pastizales por ganaderos que no disponían de tierras.
Desde tiempo inmemorial, se permitía en muchos pueblos que los vecinos mantuviesen de manera gratuita en los pastizales comunales un reducido número de animales de diversas especies que les permitiese subsistir y complementar su parca economía.
Tengamos en cuenta que muchos campesinos eran jornaleros que trabajaban, hasta la Desamortización de Mendizábal primero y la de Madoz después, en terrenos que eran propiedad de nobleza y de la Iglesia y que luego continuarían haciéndolo en los mismos terrenos que pasaron a manos de la burguesía.
Jornaleros segando centeno.
San Martín de la Vega del Alberche (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Disponiendo en muchas ocasiones de un pequeño huerto en el que cultivar verduras y hortalizas, algún pequeño terreno de viñas y olivos o algunas tierras cerealistas de escasa extensión, los campesinos no podían permitirse "desperdiciar" terreno destinándolo a pasto o al cultivo de forrajeras.
Antonio Leandro de la Calle Jiménez regando su huerto.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Sin embargo, tampoco podían subsistir exclusivamente de lo que cultivaban puesto que necesitaban abastecerse de productos de origen animal como carne, leche, huevos, lana e incluso estiércol para abonar las tierras de cultivo, además de necesitar animales de trabajo para labrar dichas tierras.
Víctor Jiménez Candeleda arando con los burros.
Navacepeda de Tormes (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Este problema se solucionaba con la posibilidad de mantener un determinado número de animales en los terrenos comunales. Lo más habitual era que los campesinos pudiesen tener una yunta de vacas o de caballerías, algunas cabras y ovejas y algunos cerdos.
Juan Manuel Yuste Apausa con su yunta de vacas.
Puerto del Pico (Ávila)
(c) Silvestre de la Calle García.
Las aves como las gallinas, se mantenían sueltas por la calle durante el día y otros pequeños animales como los conejos eran mantenidos en dependencias dentro de la propia vivienda. Verdaderamente, eran también animales criados sin tierra aunque no aprovechasen pastos y recursos comunales del mismo modo que otras especies.
Gallo y gallinas en el corral.
Casas del Puerto (Ávila).
(c) Alexis Hernández Llorente.
Todos estos animales se encerraban por la noche en los corrales situados junto a las viviendas donde había edificios específicos para cada tipo de animal o bien en edificios de construcción más deficiente que las casas situados junto a ellas o en sus proximidades. Incluso, en algunos lugares, las viviendas contaban con cuadras en la planta baja para que durmiese el ganado.
Veamos la importancia que tenían estos animales domésticos.
Las vacas de trabajo, generalmente una pareja o yunta, eran fundamentales para arar la tierra, trillar las mieses, tirar del carro u otros aperos a la hora de transportar diversos productos, etc...
Pareja de vacas Tudancas con carro de hierba.
(c) Miguel Alba Vegas.
Algunos campesinos tenían bueyes en lugar de vacas, especialmente si tenían bastante tierra que arar o si trabajaban como jornaleros con su propia yunta ganando así más dinero.
Sin embargo, la mayoría de los campesinos preferían tener una yunta de vacas porque además de trabajar, aunque tuviesen menos fuerza que los bueyes, criaban anualmente un ternero que podía ser vendido como lechal e incluso recriarlo para su venta como novillo. Además de eso, tras el parto, las vacas proporcionaban leche para el consumo doméstico e incluso para elaborar con ella queso y mantequilla.
Con el paso del tiempo, los bovinos de trabajo fueron sustituidos por la maquinaria y en muchos pueblos se permitió que los vecinos, en lugar de tener una pareja de vacas de labor, tuviesen una o dos vacas lecheras que proporcionaban gran cantidad de leche que permitían cubrir las necesidades familiares, criar un ternero e incluso vender leche a otros vecinos.
Ángel de la Calle Vicente ordeñando una vaca.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
En muchos lugares donde los pastos escaseaban, los bovinos se sustituían por caballerías, fundamentalmente mulas que tenían menor fuerza que los bueyes pero trabajaban mucho más rápido y eran más baratas de mantener.
En ocasiones se sustituían las mulas por burros, que eran todavía más baratos de mantener además de ser mucho más dóciles y poder ser manejados fácilmente por ancianos, mujeres y niños.
La utilización de los caballos como animales de trabajo, fue poco frecuente en la mayoría de los pueblos españoles, siendo fundamentalmente animales de montura mantenidos por la gente acomodada. No obstante, en algunos lugares era frecuente el uso de yeguas para el trabajo.
José Miguel Jiménez Díaz arando con un caballo.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
El poder tener una burra o una yegua, e incluso dos si estaba permitido y había suficiente terreno para ello, permitía a los campesinos poder utilizarlas para la crianza de buches (burros pequeños) o potros pero también de muletos (mulos pequeños) que a los seis meses podían ser vendidos a un precio superior al de su propia madre especialmente en el caso de los mulos yeguatos (hijos de yegua).
Las cabras, denominadas la vaca del pobre, eran fundamentales para la población rural y prácticamente en todos los pueblos de España se permitía a los vecinos tener entre 1 y 5 cabras dependiendo de los casos para poder abastecerse de leche ya que para las personas sin tierra, las cabras eran el mejor animal lechero. La leche de cabra podían consumirse directamente o transformada en queso se comía fresco o se conservaba curado o en aceite para el resto del año.
Cabras de las Mesetas.
Olombrada (Segovia).
(c) Jaime Sanz Reyes.
A la producción de leche, las cabras sumaban la de cabritos que podían venderse a carniceros locales o reservarse para ser consumidos con motivo de alguna celebración especial como Navidad o Pascua.
Las ovejas solían manejarse habitualmente en rebaños más o menos grandes y, de hecho, tendemos a pensar que siempre era así, pero en muchos lugares también se tenían pequeños "mini rebaños" de entre 1 y 5 ovejas que eran mantenidos en los terrenos comunales.
Pequeño rebaño de ovejas en un corral.
San Martín de la Vega del Alberche (Ávila).
(c) Silvestre de la Calle García.
Aunque podían abastecer de leche a sus propietarios, su producción era generalmente más reducida que la de las cabras por lo que el principal objetivo de su crianza era la producción de corderos que, como se ha dicho con los cabritos, podían venderse o consumirse en casa y la producción de lana destinada a la confección de prendas para uso familiar.
Respecto a los cerdos, eran acaso los animales más importantes para los pequeños campesinos pues aseguraban la posibilidad de realizar la matanza tradicional en invierno y disponer así de carne para todo el año conservada en adobo, en salazón o en forma de embutidos, además de vender algunos de estos productos como los jamones, que alcanzaban gran valor en las ciudades destinando el dinero obtenido a diversos fines.
Lo más habitual era que se permitiese a los vecinos tener 1 ó 2 cerdos por considerar que eran los necesarios para que una familia, por numerosa que fuese, pudieran subsistir con la carne obtenida de ellos. Sin embargo, en algunos lugares se permitía también que los vecinos tuviesen una e incluso más cerdas de cría lo que suponía la posibilidad de criar y vender numerosos cochinillos mejorando así notablemente la modesta economía familiar.
No podemos olvidar una de las especies ganaderas más peculiares y a la vez fáciles de mantener sin tierra propia o disponiendo únicamente de un pequeño huerto: las abejas.
Algunos campesinos, siempre las ordenanzas concejiles primero y el Ayuntamiento después lo permitiesen, podían tener algunas colmenas en sus huertos e incluso en la propia casa para abastecerse de miel y cera.
En cuanto a las gallinas y demás aves de corral, se solían encerrar por la noche como ya se mencionó anteriormente, en una dependencia de la propia casa o en el corral contiguo, de ahí el nombre de aves de corral, dejándolas durante el día corretear por las calles pero sin abandonar el núcleo de población dado el riesgo de que entrasen las huertas cercanas y causasen grandes destrozos.
La cría de gallinas era especialmente importante para los campesinos más humildes ya que proporcionaban, sin prácticamente gasto alguno, huevos y carne para el consumo familiar o para la venta a pequeña escala contribuyendo a mejorar la economía familiar.
Las gallinas y demás aves, a menudo ni siquiera se consideraban ganado puesto que se criaban para autoconsumo y no con fines comerciales aunque se vendiesen ocasionalmente los excedentes. Por ello, no se contemplaba el aprovechamiento comunal de los pastos por parte de las gallinas.
Sin embargo, los pavos y en algunos lugares las ocas o ánsares sí que se criaban con intención de venderlos y eran pastoreados en los terrenos comunales por aquellos ganaderos que no disponían de tierras para mantener a estas aves.
Algo similar ocurría con los conejos, si bien estos animales se mantenían en recintos cerrados o rústicos jaulones de madera debido a sus hábitos excavadores. Se les alimentaba básicamente con malas hierbas que a menudo eran recogidas por los niños en los alrededores de los pueblos y con desechos del huerto. Por lo tanto, eran ganadería sin tierra pero no extensiva sino "intensiva".
Además de las producciones propias de cada especie, y como ya dijimos anteriormente, todo este ganado producía el preciado estiércol tan necesario para abonar las tierras de cultivo y en una época en la que no existían otros abonos, llegaba a tener para los campesinos más importancia que otras producciones.
Ángel de la Calle Vicente acarreando estiércol con el burro.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Olga de la Calle Santos.
Pero ¿Cómo solucionaban los pequeños campesinos que tenían que trabajar en sus tierras o como jornaleros el cuidado y el pastoreo de estos animales?
Pues de forma también comunal organizando rebaños de cada especie con los animales de todos los propietarios y pastoreándolos por turno en régimen de dula o vecera según los animales que cada uno tenía.
Cabras en la Calle del Monje.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) hacia 1960.
(c) Fotografía cedida por Concepción Jiménez.
Al amanecer, el vecino o vecinos puesto que en ocasiones eran varios los encargados de ir con el ganado, esperaba en un determinado lugar a la salida del pueblo para que todos los campesinos llevasen sus animales y partir así hacia los pastos comunales.
Tras pasar todo el día en el campo, los pastores regresaban al pueblo con el ganado y cada propietario recogía a sus animales o bien iban solos al lugar donde sabían que eran encerrados cada noche.
Cerdos regresando al pueblo.
(c) Miguel Alba Vegas.
Si los hombres tenían que trabajar la tierra, el pastoreo era realizado por otra persona de la casa fuese mujer, niño o anciano. Esto era algo muy habitual, siendo frecuente que en muchos pueblos fuesen un niño y un anciano ya que las mujeres tenían que ocuparse de las labores domésticas.
En algunos lugares recurrían a la contratación de pastores asalariados pagados por todos los vecinos. Al pagar el salario entre todos, no les resultaba demasiado caro y podían permitírselo si bien en algunos pueblos se pagaba en especie e incluso dando la comida al pastor también por turno.
También solían mantenerse de forma comunal perros para custodiar al ganado y defenderlo del lobo ya que era imposible en la mayoría de los casos que un modesto campesino pudiese mantener en casa un perro de este tipo. El perro era alimentado por turno por todos los propietarios.
Y si comunal era el pastoreo y la manutención del pastor y hasta del perro en muchos casos, comunal era también el mantenimiento de los sementales que eran comprados entre todos los propietarios de ganado, manteniéndolos en una cuadra y siendo atendidos por turno ocupándose de encerrarlos por la noche y alimentarlos.
No obstante, existían también paradas en las que se mantenían sementales de una o más especies, caballos y burros generalmente, donde los ganaderos podían acudir y pagar por los servicios del semental en cuestión.
Una tercera opción era acudir al semental de algún vecino que tuviese más ganado.
El número de animales de cada especie que podía tener cada vecino variaba según la extensión de pastos comunales que tuviese cada pueblo y del número de vecinos que hubiese en el pueblo de forma que todos pudiesen tener el mismo número de animales y que estos pudieran conseguir en el campo la mayor parte de su sustento siendo luego ya libre de complementar o su alimentación en casa cada propietario.
Generalmente, cada especie ganadera tenía asignada una zona de pastoreo específica según sus características y la época del año.
Las zonas más agrestes se reservaban para las cabras mientras que las praderas se destinaban a las ovejas y yeguas, las zonas más húmedas para las vacas y los cerdos, las zonas marginales para los burros, etc...
Este sistema de explotación de la ganadería sin tierra, posiblemente derivado de la organización de las comunidades pastoriles del neolítico, permitió la supervivencia de las familias campesinas más humildes durante milenios y se mantuvo inalterable prácticamente hasta la actualidad desapareciendo paulatinamente debido al éxodo rural y a los cambios del sector ganadero debidos a las nuevas normativas impuestas muchas veces desde lugares lejanos y sin tener en cuenta las costumbres locales.
Hoy día, la ganadería sin tierra sigue siendo practicada por muchos ganaderos mediante el arriendo de fincas o aprovechando las fincas que familiares o vecinos que no tienen ganado o que emigraron y les dejan dichas fincas con el fin de que así las mantengan limpias y en buen estado.
Chotas de José Miguel Jiménez Díaz pastando en un prado del autor.
Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).
(c) Alonso de la Calle Hidalgo.
Hablar de ganadería extensiva en nuestros tiempos, equivale en la mayoría de los casos a hablar de ganadería intensiva en la que el ganado es mantenido en naves o en reducidas superficies de terreno donde es alimento con piensos, subproductos agrícolas o industriales y forrajes.
Vacas Frisonas.
(c) Miguel Alba Vegas.
A MODO DE EPÍLOGO.
La ganadería extensiva sin tierras es una muestra clara del aprovechamiento solidario de los recursos pastables por parte de todos los vecinos de un municipio en condiciones igualitarias, permitiendo que tanto ricos como pobres pudieran beneficiarse de la misma manera y ayudando a muchas familias pobres a vivir dignamente.
Sin duda alguna un ejemplo claro de antiquísimas costumbres que nunca deberían perderse.
TE PUEDE INTERESAR.
En EL CUADERNO DE SILVESTRE se han publicado varios artículos relacionados con esta temática de la ganadería extensiva y que consideramos interesantes para el lector, recomendando su lectura:
Cabra Verata.
Robledillo de la Vera.
(c) Silvestre de la Calle García.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES CONSULTADAS.
Álvarez Sevilla, A. (2001): Les races autóctones del Principáu d´Asturies. 2ª ed. Edita Fundación Belenos.
Balasach Blanch, E. y Ruiz Arranz, Y. : Atlas ilustrado de la matanza tradicional del cerdo. Ed. Susaeta.
De la Calle García, S. y De la Calle Hidalgo, A. (2018): La Dehesa Sierra de Jaranda.
Rodríguez Pascual, M. (2004): La trashumancia. Cultura, cañadas y viajes. 5ª ed. Editorial Edilesa.
Sánchez Belda, A. (1984): Razas Bovinas Españolas. Publicaciones de Extensión Agraria.
Sánchez Belda, A. y Sánchez Trujillano. (1986): Razas Ovinas Españolas. Publicaciones de Extensión Agraria.
Ovejas Churras.
Fuentes de Nava (Palencia).
(c) Miguel Alba Vegas.
Fdo: Silvestre de la Calle García.
Técnico forestal especializado en ganadería extensiva.
Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara (Cáceres).






























Buen artículo, Silvestre. Muchas gracias.
ResponderEliminarSi algún lector quiere conocer los comunales y las prácticas comunales tradicionales más a fondo, les invito a que busquen el proyecto divulgativo RECONSTRUIR EL COMUNAL.